martes, 16 de marzo de 2010

LA SAVIA CALIDA



“LA SAVIA CALIDA”

Santiago era un hombre no como cualquier otro.
Todo un trota mundos. El fue, es y será por su peculiar testimonio una capsula del tiempo, una claro testimonio, irrefutable evidencia de la intima relación entre lo austero y pulular que puede llegar a ser la vida de un simple mortal a la intemperie en los ciclos regenerativos de la madre naturaleza que es la abuela de las emociones y apreciaciones humanas. “Sentimientos y sensaciones divino es el que las logre domesticar”, después de ver a los ojos a una bestia de tal agresividad se puede ver un león y decir creo que e visto un lindo gatito.
Santi, como le gusta que le llamen, siempre recuerda el día en que por vez primera vio la luz, y en sueños recuerda a su familia, lleva consigo siempre el recuerdo de su madre y de su voz, aquella que se exalta en la consciencia de Santi cuando los placeres terrenales parecieran ser mas bien celestiales; en fin, Santiago es un humilde hombre de sencillas vestiduras que no sabe leer ni escribir, pero aprendió de su padrino Constantino: que para el hombre es inútil buscar la felicidad y el fracaso en lo que ven sus ojos, en realidad Santi nunca fue aficionado a los lonches escolares, el prefería devorar las granadas que a cada rato encontraba en sus clandestinas andanzas en el patio de algún descuidado vecino, cuando rendido a las faldas del zaguán o a la sombra del Granado se aseguraba que los ojos de las arpías no delataran e interrumpieran tal festín, a santi desde muy joven aprendió que es mejor tomar que pedir ya que de igual forma cuando la madre tierra le reclame lo que a ella por ley natural pertenece no le pedirá permiso, solo lo tomara; sin embargo, Santiago tiene el buen hábito de la gratitud y además dice Santi que para cuando esto ocurra el ya estará vestido de madera.
Santi fue un nómada que vivía al día y resistía a la noche, su estancia era tan inestable como la luna, su casa y muebles eran mas improvisados que sus propias palabras, su dieta era la que cualquiera de las mamás desearía para sus hijitos, pero que cualquier paladar rechazaría al instante, la verdad es que las verduras son bonitas sobre una obra de arte, no servidas sobre la mesa o lo que se utilice como tal.
La costumbre de no poder acostumbrarse a vivir en un solo lugar era lo que distinguía a Santi, el ponerle muros a su existencia lo apartaría del mundo real además le obligaría a regresar constantemente, por esas y otras razones el repudiaba la propiedad privada ya que el creía que uno era dueño de su destino pero nada mas.
El encontrar vestigios en cada lugar que Santi decidía llegar y abandonar rápidamente es fácil ya que cargar con los pesados, incómodos y feos muebles que improvisaba en sus efímeros estadios no era una buena idea, de hecho era una pésima idea elegir un compañero de viaje el cual estuviera tan arraigado a su tierra, los troncos que Santi devastaba con el filo de sus necesidades, realmente vitales. Y cada tronco inmolado era igual que un amor de invierno, un romance pasajero, Santiago era la mariposa inquisidora de la vitalidad, explorando de bosque en bosque, de tronco en tronco.
Acostumbrado a emigrar siempre huyendo de la sucia rutina y a la metodología de la urbanidad, “Santi nunca pudo descender dos veces al mismo río”, su hogar era tan vasto como lo es el estrato.
Pero nadie es eterno en el bosque, y como todo esta en constante cambio, así sucedió dio con la compañía de Santi y por fin el Quijote conoce a su Sancho panza con su espada de madera y la amistad da señales de vida en lo alto de la sierra Jerezana, y ondea una bandera de franjas rojas y verdes, la savia y la sangre se hacen cómplices en la elaboración del licuado mas vigoroso. Pero ¿como fue que paso tal acontecimiento?

Santi en una de sus innumerables andanzas decidió establecerse unas cuantas lunas en La sierra de los Cardos, iniciando su ritual de instalación, el cual lo dominaba a la perfección, tanto que cuando lo termino todos los pinos, manzanillos, cedros del monte le regalaron una Batería de Jubilo con la voluntad de Shu, sin duda el ejercicio hace al maestro. Santi era un libro de carne y hueso, como esos que escribía un tal Badén Powell. El instalarse realmente era agotador por lo que decidió recostarse a platicar con un tronco que mientras agonizaba, escuchaba las entretenidas historias de Santiago. Y en Cámara Fúnebre las crónicas continuaron, eran tan cautivadoras las aventuras que fue abreviado el momento, hasta que Nut con su cuerpo estallado y semidesnudo ya que solo portaba unas pequeñas prendas blancas de algodón se acerco a escuchar la plática y se hizo la noche. Santi tembló de frió y de miedo, la noche invernal era fría y las tinieblas daban lugar para imaginarse lo peor en la oscuridad, tanto que a los cardos, biznagas y nopales que se les enchino la piel y con los pelos de punta se quedaron sin movimiento en su butaca. Santiago Intimidado por los cientos de ojos que observaron como recogía los restos de un Pino y con este logro evocar al fuego que durante toda la noche lo ilumino y calentó. Por las noches Morfeo acostumbraba acompañar a Santi; Sin embargo esa noche Morfeo celoso no llego a la sita ya que alcanzo a divisar que Santi estaba muy bien acompañado por un tronco robusto y prudentemente abandono el campamento. Santiago platico de todo con el tronco toda la noche. Así rápido pasó el tiempo, así mismo amaneció y las llamas de la fogata dejaron de brincar y acurrucadas en brasas comenzaron a soñar. Santiago satisfecho con el desayuno decidió retirarse del lugar, recogió sus herramientas de trabajo después de haber agradecido a la montaña por su hospitalidad, le juro no regresar y que no volverían a verse otra vez; al menos que, la montaña decidiera ir hacia el.
Santiago camino hasta el medio día y una sensación extraña invadió su cuerpo, su cerebro no entendía que estaba ocurriendo ya que Santi sentía haber dejado algo en ese monte pero no recordó que era eso que abandono y que tanto le hacia falta, y lo curioso del asunto es que busco en sus vestiduras y todas sus herramientas encontró; el conflicto era hasta que miro hacia atrás y se dio cuenta de que un tronco robusto a gran velocidad le perseguía los chamorros, esa imagen le hizo recordar que los troncos no saben caminar, ni si quiera gatear, mucho menos correr a esa gran velocidad, Santiago y su lengua impresionados perdieron el movimiento y la coordinación, casi se infarta al ver lo que nunca había sido visto, por lo menos que el supiera, después de un rato empezó a respirar profundo se tranquilizo y el tronco aplicando una efectiva terapia lo ayudo a asimilar lo que estaba ocurriendo.
Ya platicando con el tronco fácilmente se percato de que era el mismo al que había estado velando toda la noche, compañero de habitación, cómplice de sus deseos y por ratos un incomodo asiento, el tronco solo dijo a Santiago -eres pesado cuando reposas sobre mi, pero ligero cuando platicas tus andanzas, la verdad es que aquí en la sierra hay quienes llegan y devastan el lugar con tal crueldad que atemoriza a cualquiera, y tu me caíste bien por tu amabilidad, se ve que has forjado buenos valores en tu personalidad y que eres fiel a tu sentir y pensar. Tras haberlo meditado cuidadosamente e decidido acompañarte en tu viaje si así tú me lo permites.
Desde entonces los roncos suelen caminar, algunas personas acostumbran confeccionarles un traje presentable para que cuando haya invitados importantes en casa el invitado se sienta cómodo. Esa es la verdadera historia de Santiago y el origen de las patas que se pueden apreciar en las sillas o mesas de nuestras casas, algunos otros muebles se han unido a la causa, o mejor dicho al movimiento, siempre en constante movimiento. Y así es la dinámica de los muebles que decoran y condecoran nuestras fatigas del andar diurno.

Así hablo Inguanzaratustra…

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